Los términos “sagrario”, “custodia” y “tabernáculo” definen tres objetos de culto creados con el mismo fin: contener las formas sagradas. A lo largo de la historia del arte se han empleado indistintamente mientras definían sus peculiaridades artísticas. Hoy entendemos por “custodia” al ostensorio empleado para la exposición de la Forma mediante el viril y por “sagrario” a la pequeña cámara en cuyo interior se guardan las formas consagradas. No está tan definido el significado de “tabernáculo”, que se emplea ya como sinónimo de “sagrario”, ya para referirse al pabellón o baldaquino que cubre el altar en la capilla mayor de los templos o en los monasterios.
Sagrario elaborado por Granda para Holy Spirit Chapel en Singapore
El sagrario en el cristianismo
Antes del siglo V el sagrario no existía como tal. Existía, en cambio, la “pyxide”, un vaso sagrado que colgaba sobre el altar en cuyo interior se guardaban las partículas eucarísticas. Sabemos que este tipo de vasos existe desde los primeros siglos, pues ya en los frescos de las catacumbas de San Calixto, datadas en torno al siglo II, aparecen representados estos sencillos pero hermosos recipientes destinados al uso litúrgico.
La pyxide no se empleaba en aquel entonces tanto para el culto como para custodiar en la sacristía las sagradas especies y poder así ofrecer la comunión a los fieles enfermos en momentos de extrema necesidad. Eran recipientes de pequeño tamaño y de escasa capacidad realizados en materiales nobles: en un principio en madera de boj o marfil y más adelante en metal bañado adornado con esmaltes.
Con el tiempo, las especies eucarísticas comenzaron a reservarse en un armario excavado en el muro o en el interior de un pilar hasta que, finalmente, en el siglo XV se extendió el uso del tabernáculo en las iglesias. A partir del Concilio de Trento, momento de intensa defensa del sacramento frente a las herejías, se generalizó la colocación de sagrarios en todas las iglesias, en muchas ocasiones unido al retablo, ocupando así el lugar central. La Iglesia pretendía así manifestar su fe en la Eucaristía como sacrificio y no como simple conmemoración.
Hoy el sagrario se encuentra colocado generalmente sobre el altar mayor, como elemento central en la iglesia.
El arte de elaborar sagrarios
Los sagrarios son pequeñas cámaras destinadas a reservar las sagradas especies. Se construyen a partir de una estructura metálica que suele recubrirse posteriormente de oro o plata. En él se distinguen dos partes: la cubierta interior, donde se depositan las hostias consagradas, y la exterior, que la protege y que permanece como parte visible. Ambas suelen enriquecerse con distintos materiales y elementos decorativos: grabados, esmaltes, joyas… que conforman escenas o motivos propios de la tradición y simbología cristianas. A menudo el interior, que se mantiene oculto, es más rico. Es la forma que tienen los fieles de manifestar la adoración escondida a Dios.
En los talleres de Granda se han elaborado a lo largo de los años cientos de sagrarios destinados a iglesias en los cinco continentes. La alta cualificación del equipo, la experiencia acumulada durante años y el dominio de las técnicas artesanales han hecho posible acometer cualquier petición atendiendo las particularidades culturales y devocionales de los fieles de distintas culturas y procedencias. Esa atención individualizada, que permite a los clientes participar en el proceso de creación materializando sus ideas, hace que cada creación sea una obra única.
Algunos de los Sagrarios elaborados en Granda
Desde la fundación de los talleres en 1891 se han elaborado miles de sagrarios destinados a iglesias de los cinco continentes. Muchos de ellos, como los de Singapur y Rusia mostrados más arriba, son piezas únicas diseñadas expresamente para un lugar de culto concreto. Puedes encontrar nuestra colección de sagrarios en la sección de orfebrería del catálogo.
C/ Galileo Galilei, 19.
28806, Alcalá de Henares,
Madrid. España
info@granda.com
(+34) 91 802 36 55
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