realizó la que fue probablemente su obra de arte cumbre en el extranjero: el retablo de la iglesia jesuítica del Sagrado Corazón de La Habana. Popularmente conocida como la “Iglesia de Reina”, se convirtió inmediatamente en el edificio más emblemático del barrio en que se encuentra, con su característico pináculo neogótico, único en La Habana, sobresaliendo por encima de los tejados que la rodean. Su interior destaca en primer lugar por las asombrosas vidrieras de la casa Hermanos Maumejean, que desarrolló numerosos proyectos en colaboración con Félix Granda en el primer tercio del siglo XX. En su presbiterio, se erige un enorme retablo de madera de cedro, mármol y metal. Su complejo programa iconográfico está realzado por la belleza de los relieves escultóricos, de gran solemnidad, entre los que destacan los dedicados a los santos jesuitas. En el centro, una monumental talla del Sagrado Corazón, abre sus manos al mundo. Para su realización, don Félix Granda contó con artistas reconocidos que colaboraron habitualmente con la empresa, como José Capuz, Juan José García y Fernando Campo Sobrino.
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